Era otro día más, levantarse, fumar…, absurda rutina que se había autoimpuesto. Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer o eso había oído siempre pero, ese día no.
Cogió las llaves del coche, le puso la correa a Toby y se fueron… ¿a dónde? ni él lo sabía, simplemente decidió que ese día sería diferente y como ese todos, todos los días diferentes, a la mierda la rutina de soledad y desesperación en la que el mismo se había metido años atrás y de la cual nunca se atrevió a salir.
Una hora de viaje le llevó, hasta que encontró un pequeño pueblo, alejado de los males que le venían acompañando desde aquel día en el que decidió huir… había poca gente, se respiraba tranquilidad y sobre todo tenía mucho verde para que Toby pudiera correr libremente.
Ambos salieron del coche, como si de dos niños, el día de Navidad, se tratasen. Eufóricos por la cantidad de oportunidades nuevas que les ofrecía este primer día de su nueva vida pero, a la vez, estaba muerto de miedo, esas mismas posibilidades no iban a ser todas buenas pero, ¿que es la vida más que un juego en el que no siempre se puede ganar?
Después de varias semanas sin pasar por casa, vagando por las carreteras, conociendo nuevos lugares, nueva gente… llegó a una pequeña villa, se sentó en una terraza con su fiel amigo a su lado.
Con el primer sorbo de cerveza pudo escuchar la conversación de las mesas adyacentes, no tenía por costumbre meterse en la vida de los demás pero, parecían personas muy amables, simpáticas… al acabar la cerveza fueron a dar un paseo, conocer esa villa, sus construcciones, su gente, la pequeña playa situada en un extremo, el bosque situado en el otro extremo…, mientras más la conocían más les gustaba, ¿quizá habrían encontrado un nuevo sitio donde ser felices y al que llamar hogar? Pues de donde venían solo habían hallado desesperación y mal… quizá con el tiempo esto fuera igual pero mientras fuesen felices ahí, ese sería su nuevo hogar.
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