La esperada tarde llegó, todo estaba planeado hasta el más ínfimo detalle. Se quedaron solos, paseando por la calle, todo estaban controlado en su mente. Pero hay una cosa que nunca pudo controlar y fue su cobardía, cobarde como él solo, cobarde ante el amor, cobarde ante la vida, cobarde ante la muerte. Un ser absolutamente cobarde con apariencia de valiente. Ese era él.
Los nervios y la cobardía le jugaron una mala pasada, no sé atrevió a seguir con el plan. Burda y absurda realidad donde los planes fracasan y los sueños, sueños son.
Ella desapareció entre la luz de ese portal y son cabizbajo ando calle abajo con la carga de otra perdida sobre sus hombros...
Otra vez más, otra vez la puta cobardía, otra vez perdía. Él era, es y será un servidor.
martes, 11 de diciembre de 2012
lunes, 19 de noviembre de 2012
La soledad de un día cualquiera.
Se despertó con los primeros rayos de luz del día, no hacía
mucho que se había dormido pero no necesitaba dormir más. Semidesnudo salió a
la terraza de su piso y encendió el primer cigarro del día. Tenía un piso
demasiado grande para tan solo él. Echaba en falta una presencia femenina, una
amiga, una pareja o alguien, pero no aguantaba más solo. Absurdas normas tenía
puestas en la casa, solo vivía el y era fumador pero, solo se podía fumar en la
terraza. Después de ese maravilloso primer cigarro fue a la cocina y sirvió la
comida a su compañero de piso, su fiel y dulce mascota, un perro dálmata
llamado Toby.
Nada más hacer esto se metió en la ducha y se afeitó. Volvió
a la cocina y se preparó un café, se lo llevó con el a la terraza y de nuevo
otro cigarro entre sus labios. Pero está vez no estaba solo en la terraza, Toby
estaba sentado a su lado con la correa en la boca. Todos los días era así, él
pensaba “dulce y pesada rutina”. Se fumó el cigarrillo sin probar el café, y
este se lo bebió de un sorbo. Puso la correa a Toby y se lo llevo a un parque,
el mismo parque de siempre, se sentó, también, en el mismo banco en cual estaba
mojado por el rocío de la noche. Toby corría feliz por el prado, mientras su
amo sentado en el banco se fumaba su tercer cigarro del día, pero estaba
escribiendo en la misma libreta de siempre. Todo era igual que ayer, ayer igual
que el anterior, el anterior igual que el otro y así desde que sus padres
murieron y se hizo escritor. Cuando Toby se echo a su lado le volvió a poner la
correa y volvieron a casa.
Allí secó a Toby por culpa del rocío que había en el césped,
recogió su cuarto, fregó los platos de la cena del día anterior. Encendió la
cadena de música donde tenía a Bach, pero hoy no le apetecía escucharle y
cambió de CD, puso a Vivaldi. Poca gente de su edad escuchaba música clásica
y menos en los tiempos en los que él vivía. Se sentó delante de sus viejas
hojas de papiro y mientras cogía la pluma, que antaño perteneció a su abuelo,
Toby estaba ladrando. Las hojas estaban en una mesita en la terraza para poder
fumar mientras escribe y como no, se sirvió una sabrosa copa de vino. En la
mesa de hallaba: la copa de vino, una cajetilla de puritos y otra de tabaco,
las maravillosas cerillas que le había regalado la última mujer a la que amó,
las hojas de papiro y la pluma, mientras en el suelo estaba la botella de vino.
Perdió la cuenta de cigarros y puritos fumó pero también la
cuenta de todas las hojas escritas esa mañana tenía que entregar un escrito de
unas mil hojas, llamado “mi biografía”, pero no lo estaba escribiendo, él nunca
trabajaba por encargo. Su forma de trabajar es dejar que la tinta fluya sobre
el papel y se fundan en uno igual que el humo de los cigarrillos con el aire de
la atmósfera. Estaba acabando su manuscrito titulado “como sobrevivir en la
soledad de la rutina”. Solamente tenía escrito mil hojas, demasiado largo para
su gusto, pero cuando la tinta fluye sobre el papel hay que dejarla todo el
espacio que necesite. Realmente esa mañana lo acabó, pero todavía no le apetecía
sacarlo a la luz. Cuando se quiso dar cuenta ya era la hora de comer y no tenía
nada hecho. Con su habitual tranquilidad recogió los papiros, la pluma y el
vino.
Se preparó una ensalada y un poco de queso, eso si, con una
cerveza. Después de comer y recoger la cocina suena el timbre, sin mediar
palabra abre la puerta, sabe quienes son y a que vienen pero obtendrán la misma
respuesta que siempre. Las tres únicas personas que se preocupan por él, sus
tres únicos amigos, vienen a buscarle y sacarle de casa, pero él no quiere y
como siempre se niega en rotundo, entonces aprovecha que están aquí y quieren
que salga para dar otro paseo con Toby. Sus amigos después de que les haya esto
muchas veces ya vienen preparados con toallas y se lo llevan al campo con el
perro, pero bueno sigue siendo igual que siempre. Se tiran en un campo con
finas hierbas y como no, repitiendo la costumbre de días anteriores, sus amigos
se ponen a tocar la guitarra y cantar, entonces él se duerme. Cuando se
despierta el sol ya no está. Coge a Toby y se va dejando a sus amigos ahí
sentados, como siempre.
Al llegar a casa, cierra la puerta con la llave y le sirve
la cena a Toby, y él se empieza a preparar su cena. Se da cuenta de que no
apagó la música y entonces la apaga. Cenó y dejo los cacharros en el fregadero
para la mañana siguiente. Sale a la terraza y se pone de nuevo a fumar y
escuchar música reggae. Le dan las cuatro de la madrugada en la terraza,
entonces se mete en la cama, faltan pocas horas para que salga el sol.
jueves, 8 de noviembre de 2012
Y como otros hicieron antaño, yo sigo la tradición milenaria de la escritura.
Al igual que los grandes y pequeños escritores, plasmo mis sentimientos en mis obras, siendo ellas un reflejo de la realidad que hemos vivido, una realidad que nunca morirá ya que los escritos y los escritores nunca morirán.
Al igual que los grandes y pequeños escritores, plasmo mis sentimientos en mis obras, siendo ellas un reflejo de la realidad que hemos vivido, una realidad que nunca morirá ya que los escritos y los escritores nunca morirán.
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