lunes, 19 de noviembre de 2012

La soledad de un día cualquiera.

Se despertó con los primeros rayos de luz del día, no hacía mucho que se había dormido pero no necesitaba dormir más. Semidesnudo salió a la terraza de su piso y encendió el primer cigarro del día. Tenía un piso demasiado grande para tan solo él. Echaba en falta una presencia femenina, una amiga, una pareja o alguien, pero no aguantaba más solo. Absurdas normas tenía puestas en la casa, solo vivía el y era fumador pero, solo se podía fumar en la terraza. Después de ese maravilloso primer cigarro fue a la cocina y sirvió la comida a su compañero de piso, su fiel y dulce mascota, un perro dálmata llamado Toby.
Nada más hacer esto se metió en la ducha y se afeitó. Volvió a la cocina y se preparó un café, se lo llevó con el a la terraza y de nuevo otro cigarro entre sus labios. Pero está vez no estaba solo en la terraza, Toby estaba sentado a su lado con la correa en la boca. Todos los días era así, él pensaba “dulce y pesada rutina”. Se fumó el cigarrillo sin probar el café, y este se lo bebió de un sorbo. Puso la correa a Toby y se lo llevo a un parque, el mismo parque de siempre, se sentó, también, en el mismo banco en cual estaba mojado por el rocío de la noche. Toby corría feliz por el prado, mientras su amo sentado en el banco se fumaba su tercer cigarro del día, pero estaba escribiendo en la misma libreta de siempre. Todo era igual que ayer, ayer igual que el anterior, el anterior igual que el otro y así desde que sus padres murieron y se hizo escritor. Cuando Toby se echo a su lado le volvió a poner la correa y volvieron a casa.
Allí secó a Toby por culpa del rocío que había en el césped, recogió su cuarto, fregó los platos de la cena del día anterior. Encendió la cadena de música donde tenía a Bach, pero hoy no le apetecía escucharle y cambió de CD, puso a Vivaldi. Poca gente de su edad escuchaba música clásica y menos en los tiempos en los que él vivía. Se sentó delante de sus viejas hojas de papiro y mientras cogía la pluma, que antaño perteneció a su abuelo, Toby estaba ladrando. Las hojas estaban en una mesita en la terraza para poder fumar mientras escribe y como no, se sirvió una sabrosa copa de vino. En la mesa de hallaba: la copa de vino, una cajetilla de puritos y otra de tabaco, las maravillosas cerillas que le había regalado la última mujer a la que amó, las hojas de papiro y la pluma, mientras en el suelo estaba la botella de vino.
Perdió la cuenta de cigarros y puritos fumó pero también la cuenta de todas las hojas escritas esa mañana tenía que entregar un escrito de unas mil hojas, llamado “mi biografía”, pero no lo estaba escribiendo, él nunca trabajaba por encargo. Su forma de trabajar es dejar que la tinta fluya sobre el papel y se fundan en uno igual que el humo de los cigarrillos con el aire de la atmósfera. Estaba acabando su manuscrito titulado “como sobrevivir en la soledad de la rutina”. Solamente tenía escrito mil hojas, demasiado largo para su gusto, pero cuando la tinta fluye sobre el papel hay que dejarla todo el espacio que necesite. Realmente esa mañana lo acabó, pero todavía no le apetecía sacarlo a la luz. Cuando se quiso dar cuenta ya era la hora de comer y no tenía nada hecho. Con su habitual tranquilidad recogió los papiros, la pluma y el vino.
Se preparó una ensalada y un poco de queso, eso si, con una cerveza. Después de comer y recoger la cocina suena el timbre, sin mediar palabra abre la puerta, sabe quienes son y a que vienen pero obtendrán la misma respuesta que siempre. Las tres únicas personas que se preocupan por él, sus tres únicos amigos, vienen a buscarle y sacarle de casa, pero él no quiere y como siempre se niega en rotundo, entonces aprovecha que están aquí y quieren que salga para dar otro paseo con Toby. Sus amigos después de que les haya esto muchas veces ya vienen preparados con toallas y se lo llevan al campo con el perro, pero bueno sigue siendo igual que siempre. Se tiran en un campo con finas hierbas y como no, repitiendo la costumbre de días anteriores, sus amigos se ponen a tocar la guitarra y cantar, entonces él se duerme. Cuando se despierta el sol ya no está. Coge a Toby y se va dejando a sus amigos ahí sentados, como siempre.
Al llegar a casa, cierra la puerta con la llave y le sirve la cena a Toby, y él se empieza a preparar su cena. Se da cuenta de que no apagó la música y entonces la apaga. Cenó y dejo los cacharros en el fregadero para la mañana siguiente. Sale a la terraza y se pone de nuevo a fumar y escuchar música reggae. Le dan las cuatro de la madrugada en la terraza, entonces se mete en la cama, faltan pocas horas para que salga el sol.

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